lunes, 30 de septiembre de 2013

500 años...nada que celebrar y mucho que redescubrir

Una de mis últimas participaciones en acciones colectivas fue la que hice con los indios kunas en relación a los actos oficiales que se iban a hacer en Panamá para “celebrar el descubrimiento de los Mares del Sur por Vasco Núñez de Balboa”.
Me sorprendió que los gobernantes de un país como Panamá que se dice moderno mantengan una visión de la historia tan arcaica y tan falsa. Quizás la tienen así porque se saben continuadores de una “tradición”: la de explotar a los indígenas, negros y mestizos. Y seguramente saben que la gran mayoría del país no es blanquita, sino bien mezclada.
No soy ningún experto en historia. Pero lo que sí puedo hacer es, al menos, escuchar lo que dicen aquellos que descienden de los pueblos que “ya estaban aquí” antes de que Nuñez de Balboa y todos los españoles que vinieron a “descubrir y conquistar” estas tierras, y se dedicaron a robar y asesinar personas para hacerse con sus riquezas. Por que “la historia” escrita hasta hoy ha sido la de los vencedores, la de que aquellos que impusieron a sangre y fuego su versión de lo que fue y cómo fue. Un acontecimiento que se inició hace 500 años y que ha traído como consecuencia uno de los actos globalizadores más injustos y más distorsionadores de la historia humana.
Y si queremos escuchar esa “otra historia”, la que explican aquellos que ya vivían aquí y que sufrieron el llamado “descubrimiento”, la cosa va así: “Una vez más el gobierno panameño y la iglesia católica de hoy se aferran a los mismos argumentos de la invasión española y festejan con entusiasmo los 500 años del supuesto descubrimiento del Mar del Sur. Al traidor y asesino de la invasión europea a nuestras tierras, (v)Asco Núñez de Balboa, responsable del mayor genocidio de la historia, lo vuelven a celebrar por haber invadido nuestras playas y eliminado a nuestros abuelos.
Para el pueblo GUNA de la comarca de Gunayala, y en especial para el Congreso General Guna, esas festividades no hacen más que encubrir la verdadera historia de Abiayala y, como siempre, vuelven a alegrarse del dolor y la sanf¿gre de los indígenas víctimas del invasor. En consecuencia, el pueblo guna no puede compartir esas festividades y exige su absoluto rechazo y su condena, porque la memoria de los abuelos indígenas se respeta, se venera, y no se ofende ni se desprecia.
...El Congreso General Guna invita a los hermanos indígenas y no indígenas, y a todos los amigos solidariosa formar filas, a unir en un solo haz de voluntades para rechazar la agenda gubernamental de celebraciones y de derroche de recursos panameños en contra de la voluntad de los pueblos indígenas y del pueblo empobrecido de Panamá. Gunayala, Septiembre de 2013”...
En efecto, hay que rechazar la visión colonialista de la historia. Y lo digo desde el punto de vista no sólo de los pueblos indígenas y población americana. Lo digo también desde el punto de vista de la gente trabajadora de Europa que no tiene ningún interés en mantener esa falsedad histórica de lo que fue en realidad un genocidio y un robo. Como obrero catalán, como ciudadano que forma parte del actual estado español no quiero que me endusen esta historia que mis bárbaros antepasados hicieron, como si fuera un ejemplo de “colaboración” entre ambos continentes.

Los crímenes de ese pasado que dieron lugar a esa “historia común”, el saqueo de riquezas que se hizo, jamás se podrá compensar. Gracias a él se reunieron riquezas para comenzar la era capitalista y se avanzó en Europa, es cierto. Pero ignorar la pérdida vidas, el sufrimiento humano y el atraso que significó para toda América del Centro y del Sur, es perpetuar el crimen. Los pueblos no pueden superar sus barbaridades pasadas más que a condición de reconocer y aceptar la verdad. Sólo así puede haber una relación de igual a igual, que es la única que merece el ser humano, entre un pueblo y otro, o entre hombre y mujer. Nunca puede ser libre un pueblo que oprime a otro; o un pueblo que no reconoce que su progreso de hoy lo debe al sufrimiento del que oprimió en el pasado. No sólo por deuda moral, sino porque si no es así jamás entenderemos la realidad material de la opresión y la injusticia que sigue existiendo en este mundo capitalista globalizado, que sólo se basa en el robo legalizado y aparentemente “democrático” pero que en realidad es una dictadura encubierta. Como el que sigue habiendo con la clase trabajadora y con los pueblos Guna, Ngobe Bublé o Emberá de Panamá. Como muestra el comunicado del Congreso Guna.
Los pueblos indígenas son nuestros hermanos porque, con su lucha y resistencia, nos enseñan la verdadera historia. La de todos nosotros, blancos, negros, mestizos, de un continente y de otro. Por que, a fin de cuentas, todos provenimos de una especie que evolucionó y se repartió por el mundo. El mismo planeta que todos pisamos. Tenemos que redescubrir juntos esa historia, nuestra verdadera historia, nuestra bárbara historia. Sólo así veremos que somos el 99% los que tenemos unos intereses comunes, que nuestros enemigos son los mismos aquí y allí. Y que aliándonos, uniéndonos y cooperando entre pueblos, entre organizaciones de gente trabajadora, sin otros intereses de explotación, podemos vencer a ese 1% aún poderoso, pero cada vez más en crisis.
Espero que la lucha del pueblo catalán por su propia República contribuya a la caída de la monarquía en España. Y con ello, se sacuda esa falsedad y se ayude a restablecer la verdad histórica y una nueva relación entre pueblos libres e iguales. En la Península ibérica, y entre ella y los pueblos de América Latina. Adelante hermanos.

martes, 3 de septiembre de 2013

Changuinola y Chiquita

He visitado Bocas del Toro con compañeros y compañeras del sindicato SUNTRACS. He asistido a un curso de Salud ocupacional muy interesante, del que hablaré en otra crónica. Ahora quiero escribir sobre un tema que me interesa: cómo la multinacional estadounidense Chiquita ha jugado un papel determinante en esta región y la ciudad de Changuinola. Y lo sigue jugando.

Según me cuenta la compañera Jaqueline del sindicato de Changuinola, hoy trabajan para la compañía Boca Fruits Company, otra marca de Chiquita, 4.500 trabajadores. Para la Cooperativa Bananera del Atlántico, otros 800. Y unos 800 como bananeros independientes. Pero en realidad es Chiquita quien marca las reglas de toda la producción de guineos (conocido como plátano en España). Chiquita se estableció en la región por allá 1918. Hace pues casi un siglo. Desde entonces ha estado explotando a los trabajadores y sus familias con unas de las peores y más duras condiciones de trabajo. La creación de Panamá como República en 1914 estuvo muy asociada con la creación del canal de Panamá y con el interés de los Estados Unidos por el control de  ese paso estratégico. Chiquita también aprovechó esta situación. Todo el pueblo tiene un aire de Macondo, el pueblo de Cien años de soledad, de García Márquez.
Hace un siglo las familias trabajadoras vivían dentro de las fincas bananeras. Pero aún hoy siguen viviendo así. Existe una franja de viviendas entre dos carreteras y allí viven muchas de esas familias o sus descendientes. A lado y lado, fincas bananeras de grandes extensiones. Yo he vivido una semana en esa franja donde el SUNTRACS tiene el mejor y más bonito local nacional. Te levantas de buena mañana y hasta la tarde ves el trajín de trabajadores con bicicleta, de camiones y furgonetas cargadas de guineos.

En sus inicios las condiciones de trabajo eran pésimas. Jornadas de 10, 12 horas o más. Productos químicos para tratar los plátanos. La gente enfermaba y los trabajadores eran rápidamente despedidos y echados de sus casas para que no se reconociera la relación de su enfermedad con su trabajo. Me cuenta la profesora de Salud ocupacional, Bárbara Mejía, que hace años un joven cayó en una zanja que rodeaba las casas y se mojó completamente. Por ella circulaban líquidos que echaban a los árboles. Se fue muriendo poco a poco, secándose, sin que su madre pudiera hacer nada y sin que la compañía quisiera hacerse cargo de nada.
Por allá los noventa el hijo de una mujer ejecutiva de la compañía Chiquita también enfermó gravemente. Entonces ella se enteró por el sindicato y por la profesora que toda la población que vivía alrededor de las fincas bananeras estaba expuesta a las enfermedades. La mujer decidió abandonar la compañía donde tenía un cargo importante y salvar a sus otros dos hijos.


Chiquita, antes Unitet Fruit Companya, está acusada en numerosos países por ser una multinacional que ha practicado el asesinato, corrupción y persecución de sindicalistas. Ya en 1928 fueron asesinados miles de trabajadores colombianos que protestaban contra las condiciones de trabajo. En 1975 fue acusada de sobornar al dictador hondureño López Arellano. También de usar sus barcos para entrar droga en Estados Unidos y de competencia desleal y abuso de monopolio por Europa. Más recientemente, en 2007, el propio Departamento de Justicia de los Estados Unidos multó a la compañía con 25 millones por trabajar con los paramilitares para expulsar a los campesinos de sus tierras entre 1997 y 2004. Los ataques a las condiciones de vida de los trabajadores y contra los sindicatos son también uno de los signos de identidad de tal monopolio.

Pero las prácticas de república bananera no han desaparecido. Hoy, finales de agosto de 2013, la compañía Chiquita sigue fumigando las plantaciones y echando agentes químicos con aviones. Es decir, sigue fumigando también las casas y familias que viven en la plantación y sus alrededores. Hay que decir que la Cooperativa también hace lo mismo, sólo que en helicóptero. Los trabajadores siguen cargando en sus espaldas racimos de plátanos que llegan hasta pesar 70 kilos. Los ritmos de trabajo son frenéticos pues la demanda del producto exige la mayor productividad. La población asalariada es de las más pobres de la región y de Panamá, muchos de ellos son de la etnia Ngäbe Buble.


El puerto de Almirante es el destino de los contenedores cargados de plátanos. Chiquita tiene su propia flota de camiones y de barcos. Desde ahí se reparten los plátanos por el mundo. Esta riquísima y dulce fruta tiene un cierto sabor amargo en Changuinola. A pesar de los intentos de los trabajadores de construcción, que han conseguido una normativa de Salud ocupacional para su ramo, aún no existe una ley general de Salud laboral para el conjunto de la gente trabajadora de Panamá. Un país cuyos gobernantes presumen de modernos y que mantienen la impunidad para compañías criminales como Chiquita. El sindicato SUNTRACS y el FAD son organizaciones que están con la gente trabajadora de las bananeras para que luchen y se organicen por mejores condiciones de vida y de salud.

Algún día Changuinola dejará de ser Macondo.