Panamá. La cinta costera
La Cinta Costera
Cuando estaba en Barcelona dieron un programa sobre Panamá de la
serie "Españoles en el mundo". En el aparecían diversas
parejas casadas con panameños o panameñas que daban su visión del
país en que habían elegido vivir. Coincido con la mayoría de ellos
en que, por lo general, Panamá es un país amable con el recién
llegado. Un país donde uno se siente cómodo enseguida.
Una de las españolas vivía en uno de los rascacielos de la
"Cinta Costera". Y mostraba las magníficas vistas que
tenía desde su apartamento y lo bien que iba a vivir, pues se habían
cambiado recientemente. Como vivo a un paso de la Cinta, que es un
paseo peatonal al borde del mar, lo he caminado varias veces. Y me
gusta. Es muy agradable sentir la brisa, ver el mar, incluso algunos
barquitos atracados. Es un lugar donde mucha gente va a hacer
footing, patinar, ir con bici o, simplemente, pasear. El sitio es,
además, muy seguro ya que está lleno de policías. Un sitio ideal
para la clase media, se diría. Como la joven española del programa.
Pero La Cinta Costera también tiene sus inconvenientes. Para
empezar los rascacielos forman un bosque que no deja ver la ciudad
más allá; a sus pies hay la autovía con un tráfico densísimo y
el ruido de fondo que le corresponde. De noche la avenida iluminada
es muy bonita. Sin embargo las luces de los apartamentos habitados
son muy pocas: ¿un 10 o 15%? Dejémoslo en un 20%.
Quise ver más allá del paseo al lado del mar. Me interné en una
calle al terminar la Cinta. La calle iba serpenteando y con cuestas y
bajadas. A banda y banda edificios altísimos y guardias de
seguridad. Y todavía seguían construyendo en algún hueco que
quedaba. Llegué al final de la calle esperando ver el mar. Pero mi
sorpresa fue que la calle no tenía salida. Un guarda me lo indicó
prohibiéndome seguir. Era un bloque privado. En medio del bosque de
cemento y sus estrechas calles me di cuenta que aquello era
insostenible, que era como un mal sueño, no el sueño que dijo la
chica de "Españoles en el mundo".
Si los apartamentos estuvieran todos habitados la gente no podría
salir de esa calle. No había espacio suficiente. No podrían andar
con sus carros al trabajo ni tampoco llegan los buses. No digamos ya
si hubiera un incendio. Y las aguas residuales ¿cómo sería posible
reciclar tal cantidad? La maravillosa Cinta Costera se me apareció
entonces como una ratonera. La imagen ultramoderna de esa Nueva
Panamá que se construye en la última década es como un espejismo.
Hablando con amigos panameños y comentando la burbuja y boom
inmobiliario en España salían las mismas conclusiones, el mismo
tipo de políticas neoliberales y depredadoras que la gente solo ve
después de unos años. El gobierno panameño está permitiendo y
alimentando esa burbuja especulativa inmobiliaria como escaparate de
un nuevo país moderno.
Un futuro gobierno progresista y respetuoso con el medio ambiente
tendrá que deshacer muchas de esas barbaridades para volver a un
tipo de economía que esté al servicio de la gente y que sea
sostenible y equilibrada con la naturaleza. Panamá se lo merece.
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