lunes, 5 de agosto de 2013

Panamá. Lo bueno y lo malo de la capital

Lo bueno y lo malo de la capital







La ciudad de Panamá es un crisol de razas y gentes que llegan de todas partes del mundo. Empezó con Colon y sigue en nuestros días. Siguen afluyendo colombianos, con los que formaban una sola nación, chinos, estadounidenses, españoles, gallegos, catalanes, vascos, sudamericanos de todas las naciones...
Me cuentan que Che Guevara estuvo aquí -o inicio aquí- su periplo de viaje latinoamericano. Se alojó en el barrio Calidonia, muy cerca de donde estoy alojado gracias a la amabilidad fraterna del Suntracs, sindicato de la construcción, y del FAD. Y comí en el restaurant Coca-Cola -"el más viejo de la capital" según me dijo la encargada- donde el solía comer. Ahora es un lugar entre popular del barrio y también turístico. Pero los precios son económicos.
Panamá no tiene industria. Vive del canal, de los servicios, sobre todo financieros, del turismo, y también de la especulación inmobiliaria. Por tanto el principal ramo de industria y también sindicato organizado es el de construcción. El sindicato Suntrachs es una potencia. Así que la cultura productiva debería ser bastante del servicio al cliente. Pero el concepto comercial y de servicio es muy "sui generis". El "cliente" casi tiene que abordar al empleado para que lo atienda.

La gente panameña es muy amable y tranquila, en general. Pero también tiene una cultura de dominación del hombre, de llevar revolver para defenderse -y usarlo en alguna ocasión- y de enfadarse mucho dentro del autobús -Metrobus- por los continuos tranques (atascos) y mal servicio. Tomé el bus un par de veces y me di cuenta que tienen mucha razón en estar enfadados. En un ambiente tórrido por el asfalto en el centro de la ciudad pasaron varios buses sin parar. El que paro fue asaltado por la multitud. Y una vez montados ya en la plataforma el conductor no arrancaba diciendo con voz cansina que no podían estar en la plataforma. Ni arrancaba ni nos echaba. Así estuvo cinco minutos, con las puertas abiertas y mucha gente protestando. Hasta que se cansó y arranco.
Esos incidentes se suceden cada día. Una chica que viene a la oficina del FAD tarda de media hora y tres cuartos o dos horas para llegar. Ver pasar autobuses que no paran es ya un clásico. La gente se pone nerviosa, no descansa las horas que debería. Un hombre abordo una mujer que iba pensativa y mala cara, con malos modos, metiéndose con ella y su cara. La mujer de unos treinta le sacó un cuchillo de dimensiones peligrosas y le dijo que si acercaba lo rajaba. El transporte es un mal servicio y comporta un stress y sufrimiento añadido a todos los demás. Y los gobernantes no atienden esas necesidades humanas. Ni siquiera por la parte de mejora productiva.

Seguramente la construcción del metro será un gran avance. Pero el gobierno de Martinelli lo está haciendo a la manera que saben: electoralista, sin planificar los transportes alternativos, haciendo tres líneas a la vez. Todo un caos que paga la población. Tanto los que van en Metrobus como los que van en carro. Incluido el autobusero que, además, a veces sufre agresiones. El resultado es: tranque para todos.

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