La otra Panamá
El domingo fui invitado a hacer una actividad de caridad con los pobres. La compañera que me invitó, me presentó a sus amigos, que se conocen por medio del profesor de pintura, quien es quien lo organizó. Fuimos a la parte deprimida de Calidonia, el barrio en el que vivo. Nos metimos por unas calles abandonadas, llenas de basura, sucias, en estado lamentable. Nadie de nosotros se metería en esas calles si no fuera porque íbamos a una actividad con alguien que conocía el barrio. Ese era el pastor evangelista que, a cambio de una buena dosis de fe y también de comida, consigue atraerse a los más desesperados y pobres, entre los pobres.
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La iglesia estaba medio llena, pero a la hora de la comida empezó a aparecer gente de todas partes. Yo servía la soda y apenas podía levantar cabeza. Parece que la actividad triunfó por la parte práctica. Al final el pastor nos agradeció sinceramente nuestra ayuda y oró por nosotros, dándome golpecitos rítmicos en la espalda. Le saludé y también a un joven que cantó una canción muy bonita, compuesta por él, completamente religiosa. El joven tenía una cara fiera, pero su voz y la letra eran muy fina y agradable. Me recordó el cantante cubano Manuel Céspedes. Tendría unos veinte años, y tenía ya un bebé a quien abrazaba con mucho amor. Le deseé suerte y que se diera a conocer comercialmente.
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El país de las oportunidades lo es para un sector de gente de países muy diversos, es cierto. Pero esta multiculturalidad y fusión incuba un problema profundo que explotará a cierto plazo. Es la bomba retardada de la desigualdad social. ¿Puede resolverse esa desigualdad por medio de la caridad? Aquí me han informado que Panamá es el segundo país más desigual del mundo, después de Haití. A primera vista no aparece esa desigualdad, está oculta. La situación de miseria y pobreza de una buena parte de la sociedad panameña es pues estructural, social, viene determinada y reforzada por políticas que usan los gobiernos desde hace años. No tiene nada de casual. Los ricos se hacen cada vez más ricos y los pobres son cada vez más. Y más pobres. Sé que eso choca con lo que suele mostrarse del país, un país de gente amable, un tanto resignada, un país con una naturaleza y ritmos musicales exuberantes. Pero uno tiene que contar lo que ve.
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