martes, 20 de agosto de 2013

La otra Panamá


La otra Panamá



El domingo fui invitado a hacer una actividad de caridad con los pobres. La compañera que me invitó, me presentó a sus amigos, que se conocen por medio del profesor de pintura, quien es quien lo organizó. Fuimos a la parte deprimida de Calidonia, el barrio en el que vivo. Nos metimos por unas calles abandonadas, llenas de basura, sucias, en estado lamentable. Nadie de nosotros se metería en esas calles si no fuera porque íbamos a una actividad con alguien que conocía el barrio. Ese era el pastor evangelista que, a cambio de una buena dosis de fe y también de comida, consigue atraerse a los más desesperados y pobres, entre los pobres.

Existe un Panamá que no sale en los vídeos ni programas turísticos. Es el Panamá en el que vive una buena parte de la población. El Panamá pobre. Donde la miseria hunde raíces muy profundas y esas raíces levantan el suelo de la ciudad. O sea que afectan a toda la sociedad, no sólo a ese sector más pobre. Bajo un puente había hombres y mujeres harapientos. Algunas de esas personas vinieron a la suerte de misa y discurso moral del pastor. Palabras como la Biblia, el Señor, Amor, eran repetidas muchas veces, pero también se ponían ejemplos de cómo hay que ayudarse. Uno muy curioso y simpático –diría que ensayado por las personas que lo hicieron- fue representar una catástrofe aérea en la que una loca, una coja, un ciego y otro tímido, tenía que ayudarse para escapar de las llamas y explosión.

Durante esos discursos que versaban sobre el amor de Dios y el Amor a los seres humanos apenas acudieron media docena de mendigos. Un ex alcohólico rehabilitado, original de Colón, posiblemente la ciudad más pobre y miserable de Panamá hoy, habló de cómo lo había conseguido gracias a los evangelistas. Pero otro mendigo quería hablar y ,como no le dejaron, en protesta se iba a ir pero al final se quedó y se puso a snifar cola que llevaba dentro de su mochila.
La iglesia estaba medio llena, pero a la hora de la comida empezó a aparecer gente de todas partes. Yo servía la soda y apenas podía levantar cabeza. Parece que la actividad triunfó por la parte práctica. Al final el pastor nos agradeció sinceramente nuestra ayuda y oró por nosotros, dándome golpecitos rítmicos en la espalda. Le saludé y también a un joven que cantó una canción muy bonita, compuesta por él, completamente religiosa. El joven tenía una cara fiera, pero su voz y la letra eran muy fina y agradable. Me recordó el cantante cubano Manuel Céspedes. Tendría unos veinte años, y tenía ya un bebé a quien abrazaba con mucho amor. Le deseé suerte y que se diera a conocer comercialmente.

Gente sencilla, gente desesperada, desestructurada. Lo peor es la situación de la niñez en esos barrios. Muchos de esos “pelaos” se dedican a robar ya que no tienen ni lo más necesario, ni educación, ni referentes adultos. Son los peores delincuentes y la gente trabajadora les tiene miedo. Precisamente porque no tienen ni idea de lo que significa la delincuencia, viven inmersos en ella, sin que la vida les importe. Te pueden encañonar con un revólver o con cuchillo y usarlo sin pestañear si no les entregas lo que quieren. La amiga que me invitó al evento fue atacada un par de veces. En una de ellas fue pinchada levemente. Eso ocurre en la capital de Panamá, unas calles más allá de los grandes rascacielos.
El país de las oportunidades lo es para un sector de gente de países muy diversos, es cierto. Pero esta multiculturalidad y fusión incuba un problema profundo que explotará a cierto plazo. Es la bomba retardada de la desigualdad social. ¿Puede resolverse esa desigualdad por medio de la caridad? Aquí me han informado que Panamá es el segundo país más desigual del mundo, después de Haití. A primera vista no aparece esa desigualdad, está oculta. La situación de miseria y pobreza de una buena parte de la sociedad panameña es pues estructural, social, viene determinada y reforzada por políticas que usan los gobiernos desde hace años. No tiene nada de casual. Los ricos se hacen cada vez más ricos y los pobres son cada vez más. Y más pobres. Sé que eso choca con lo que suele mostrarse del país, un país de gente amable, un tanto resignada, un país con una naturaleza y ritmos musicales exuberantes. Pero uno tiene que contar lo que ve.






No hay comentarios:

Publicar un comentario