domingo, 25 de agosto de 2013

Bailar

Una de las cosas que me he propuesto durante el año que estaré en Latinoamérica es aprender a bailar. Hasta ahora no había encontrado el tiempo para hacerlo. Una compañera del círculo de lectores de la biblioteca de mi pueblo me enseñó algunos pasos en apenas una hora. Pero me decía que iba demasiado rígido. Al comentarle mi propósito de este viaje, una amiga me dijo: “vas al lugar perfecto para aprender a bailar”.
En efecto, Panamá es uno de esos países perfectos para bailar y aprender. He ido cada semana al baile. Y cada vez aprendo algo nuevo de los múltiples bailes que por aquí se practican: salsa, merengue, bachata, cumbia, reageton...

Casi todo el mundo que va al baile sabe un montón. El único sitio que podría igualarsele sería quizás Madrid donde estuve con mi hijo, un buen bailador, al igual que sus amigos y amigas. Diríase que en Panamá les sale tan natural como si hubieran nacido bailando. Los hombre se mueven con elegancia, moviendo las caderas y pies al ritmo de la música. Pero las mujeres mueven sus caderas y cintura como un sueño. O, mejor, te hacen soñar...Ver una morena, una negra, moviéndo rítimicamente el culo frente al hombre o rozándolo con sus pechos y piernas es una gozada. Cuando lo practicas aún lo es más...
He descubierto que el baile es una terapia excelente para muchas cosas. Te desinhibe, te flexibiliza el cuerpo. Y, sobre todo, la mente. Yo vengo del “mundo de la política sesuda”. Por ello sé apreciar el contraste entre la espontaneidad del baile, que es un canto y adoración de la vida, y el razonamiento que exige concentración, seriedad, reflexión... En particular los hombres nos ponemos en una supuesta obligación moral de “no hacer el ridículo”. Nos impedimos mostrarnos en nuestra faceta más humana y salvaje. Es el mismo tipo de problemas que tenemos debido a la educación machista que hemos mamado desde pequeños: “los hombre no lloran, los hombres no mueven las caderas”...etc. Con el machismo nos perdemos el lado salvaje y amable de la vida humana.


El contraste de continentes en esos terrenos culturales provocan pasión. La vida está hecha de contrastes. Cuando vuelva a mi país habré incorporado algo más de vida y pasión. ¡Gracias a América Latina y a todas sus gentes!

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